Una se asoma al mundo mediático y siente el estupor ante tanta maldad que nos rodea, a la vez que se comprende que esos mismos medios sesgan la realidad escogiendo solo la noticia que alimenta una parte esencial del ser humano, la que para estar preparado para su supervivencia, necesita el conocimiento del mal que agazapado se esconde tras una roca y puede segarnos la vida.
Nos mantiene alerta el saber prever el mal en cualquiera de sus formas. Pero evidentemente la catarata de noticias sobre la maldad humana sobrepasan con mucho la capacidad de compasión que una persona media puede tener ante tanta desolación.
Y ese es uno de los enemigos principales de la compasión, la desesperanza ante una dimensión de la catástrofe que nos excede. Por eso en el budismo, una tradición que cultiva este estado del corazón -como vía y como meta del camino-, inclinarse con amor ante el sufrimiento del prójimo, se compensa esa desesperanza, que puede quemar nuestra capacidad de empatizar y actuar en consecuencia, con la dicha, la alegría empática de ver el éxito en los seres que nos circundan, visión que produce un regocijo ante la alegría y las virtudes de personas que viven la vida con un sentido genuino de la existencia y son ejemplo de apertura, de acogimiento, de templanza, de paciencia, perseverancia, esas benditas virtudes que refulgen en un corazón que se ha girado hacia la luz y ha disipado con ello las sombras, que no son más que ausencia de luz, ignorancia del fondo de realidad que nos sustenta.
Cuando uno escucha en las noticias que la guerra de Siria ha dejado violadas a media población civil, o que en el Congo desde hace décadas las niñas o los niños son esclavos sexuales de hombres que no son hombres sino bestias inhumanas uno comprende lo que decía el Buda de que todo ser humano es un enfermo mental hasta que se ilumina.
Y no se trata de machismo, que también. Sino de hombres o mujeres que se escoran hacia la violencia, la desarmonía, la locura, la sombra, el mal, pues los ismos, como ciertos sectores del feminismo actual que fundamentalizan un ángulo de la realidad son sesgados e insuficientes para explicar la complejidad de un sistema engolfado en la violencia, para desentrañar las raíces profundas de una situación, que necesitaría una mirada teológica, cósmica.
No se trata de machismo o feminismo como polos exacerbados sino de «deshumanismo», si se me permite este vocablo. Si habría que sintetizar, se podría decir que todos los hombres y todas las mujeres que se alejan de su núcleo de Realidad, su fondo de Verdad, Bondad y Belleza se pueden convertir en monstruos.
Unos usaran la fuerza física para expresar su ansia de dominación, su locura de separación con el prójimo y otros usaran sus artes maquiavélicas, psicológicas para dominar, otros usaran ambas, y todos ellos serán esos enfermos mentales que decía el Buda que han olvidado que más allá del vehículo psicobiológico que somos, somos conciencia. Y más allá del más allá está el Espíritu insondable.
Nuestra sociedad hace mucho que perdió el norte y anda anestesiándose con drogas digitales y de todo tipo para no sentir un vacío total de sentido. Fiestas como las de los San Fermines son una expresión de esa enfermedad mental institucionalizada, los botellones de los jóvenes, incluso en los campus universitarios; las robots sexuales como sustituto de la necesidad de Amor que se expresa en una sexualidad realizada en su plenitud de significado; las guerras como motor económico de una economía del mal globalizada hablan de una enfermedad mental que no atiende a géneros sino a almas que viven en el infierno.
Nos estamos ahogando en un océano de fuego y la solución es salir por arriba, cada uno, cada una, asumir el viaje iniciático que nos devuelve a casa, la casa del corazón que impide violentar a la Tierra, al Cielo, a los hombres, a las mujeres….
Beatriz Calvo Villoria
Gracias. Estoy de acuerdo
Me alegro. Gracias
Gracias Beatriz por alumbrar las sombras, porque ciertamente el miedo que nos provoca ese infierno que pueden ser “los otros”( o nosotros en otras circunstancias tal vez…) nos aleja de la compasión.
Gracias Adriana por comentar en este nuevo muro de reflexión, seguimos despejando los velos que nos impiden ver ese sol maravilloso que alumbra desde lo profundo nuestro corazón y nuestra vida, y la vida de los otros
Me ha llegado al corazón. Cuánta sabiduría en tan pocas palabras. Todos somos enfermos mentales, viviendo en un mundo de delirio y corrupción… hasta que nos iluminamos. El Camino, único y verdadero, es llegar a ese núcleo de Amor que existe en nuestros corazones.
Me alegro mucho Sara que te sirvan esas palabras y que al e-mocionarte te pongan en movimiento hacia esa realidad del amor. Un abrazo
Este tema de la enfermedad mental, siempre me parece algo mas complejo, leeré de nuevo el artículo para opinar.