Después de la entrevista que realizamos a Gueshe Thupten Jinpa para Ariadna Tv, me fui al taller que él y Gonzalo Brito, también entrevistado en Hilo de Ariadna, compartían con el sugestivo nombre de «Entrenamiento esencial de compasión» y que ofrecieron a unas 130 personas. Se trataba de un formato intensivo para mostrar la esencia del «Entrenamiento en el cultivo de la compasión», CCT, en sus siglas en inglés, un modelo pedagógico secular basado en prácticas contemplativas tradicionales que ha permitido abrir el entrenamiento en compasión, práctica central en el Budismo Mahayana, a diversos contextos no religiosos (escuelas, universidades, hospitales, empresas, cárceles entre otros) y que se realiza durante 8 semanas, entretejiendo en esta ocasión los puntos experienciales centrales del programa con perspectivas del entrenamiento mental (Lojong) de la tradición budista tibetana y con insights provenientes de la psicología y la investigación científica contemporánea de la compasión.
Mi perspectiva tradicional siempre tiene sus dudas acerca de la idoneidad o no de sacar de los contextos tradicionales prácticas que pueden ser suceptibles de ser instrumentalizadas no para el despertar sino para barnizar al ego de una nueva patina, de un subterfugio cognitivo-emocional que le siga manteniendo en la aflicción ontológica de no saber de su auténtica naturaleza, conocimiento que es el único que libera, y que según las tradiciones exige una entrega total del carcelero del “huésped del alma”, una rendición, una desnudez paulatina que no se consigue con un sólo elemento descontextualizado del ecosistema del que fue engendrado, pues al carcelero hay que abordarle desde muchos frentes para debilitar su resistencia a la rendición de la evidencia, de que él no es el Rey del palacio humano, acaso su primer ministro, y eso, si está bien adiestrado.
Y entre ese adiestramiento están las iniciaciones, a las que el aspirante a la iluminación se somete, como primer gesto iniciático, gesto por el que le es conferido una influencia espiritual que le protege en el arduo camino hacia el despertar. Están los ritos que a través de los símbolos propios de cada tradición van horadando y fecundando el imaginario individual de los arquetipos universales que están en juego en el intrincado camino hacia la luz de la objetividad, de ver las cosas como realmente son. Imágenes, símbolos poderosos que van purificando el fondo del alma inconsciente.
Está también el tejido de una comunidad que te espejea, con la que compartes votos, compromisos, motivaciones, cartografías, sabiduría. Gueshe Thupten Jinpa contestó a esa pregunta y algunas más, en esa dirección, con la certidumbre y el respaldo de un linaje tradicional que tiene el fruto más visible en S.S el Dalai Lama, considerado como una encarnación del Budhha de la compasión, Avalokitesvara. En noviembre publicaremos la entrevista y podrán juzgar por ustedes mismos sus respuestas.
Muchas de las preguntas que no pude hacerle (tenía preparadas más de cuarenta preguntas y solo pude hacer diez) fueron siendo contestadas a lo largo del taller, como esta que recogía la aseveración del Dalai Lama sobre que “los occidentales que llevan a cabo con demasiada rapidez una meditación profunda deben aprender más acerca de las tradiciones orientales y formarse mejor de lo que suelen hacerlo. En caso contrario, pueden aparecer ciertas dificultades físicas o mentales.”
Thupten Jinpa contestó a un participante que no recomendaba las meditaciones en el vacío, fuera de un contexto, y reconducía a los asistentes hacia ese cultivo de la compasión, que forma parte de ese cuerpo de virtud, que está exento de los abismos de la desrealización y despersonalización que otras prácticas, sin la base de la sabiduría budista de la que surgen, pueden provocar en occidentales. En los cuales, debemos de recordar, el sentido del yo es muy diferente al que puede tener un oriental, pues Occidente ha afirmado el individuo en sus doctrinas y Oriente habla de una continuidad entre el yo y el otro. El yo occidental está dañado por una cultura que juzga según los logros, el yo oriental, en donde perviven la sociedades tradicionales, las estructuras familiares dan el inmenso valor al hecho de ser humano, un inmenso tesoro que permite la iluminación, que saben apreciar de forma cotidiana. Occidente en su relación con oriente debe plantearse hasta dónde es sano, psicológicamente hablando, afirmar el individuo y cómo abrirse a la trascendencia sin perder el piso y caer en una desrealización patológica.
Dicen que los elementos esenciales de cualquier tradición es un cuerpo ético- shila, sabiduría- prajna y un método de concentración- samaddhi. En este taller, el aspecto de Shila, el elemento de virtud del budismo, cuyo significado etimológico es: “El logro del frescor”: libre del calor de arrepentirse de lo que han hecho, venía navegando en las inconmensurables olas de la compasión en un proyecto inspirado por Su Santidad el Dalai Lama y desarrollado por Geshe Thupten Jinpa y un grupo de psicólogos y neurocientíficos en el Centro para la Investigación y la Educación en la Compasión y el Altruismo de la Universidad de Stanford. «Lo que el CCT intenta hacer es que las personas se vuelvan más concientes y más conectadas con su naturaleza compasiva de tal manera que sus respuestas instintivas frente a una situación determinada surja de una perspectiva comprensiva y compasiva y no desde un juicio reactivo negativo»Thupten Jinpa.
Ante estas palabras resonaban en mi mente estas otras palabras de otra santidad como S.S Sakya Trizin, que también entrevistamos en este canal, que señalaba que para meditar en la compasión hay que tomar refugio en los tres tesoros, pues este vehicula un fuego espiritual y que sin ese fuego las técnicas resultan estériles, y en ocasiones nocivas. Me preguntaba, por tanto, a lo largo del intensivo si se puede practicar karuna sin ser budista ¿Si se puede soportar llevar la carga del sufrimiento de todos los seres sin el refugio de una iniciación?
Me surgían muchas preguntas que se fueron respondiendo en parte, mientras la energía de este grupo hermoso de seres en busca de sentido se iba alquimizando, poco a poco, por una intención sincera que flotaba en la atmósfera de todos aquellos corazones, reunidos en busca de entrenamiento más allá de los muros de los monasterios, que ante la fuerza arrasadora de la modernidad han ido cayendo en el imaginario de muchas personas como una posibilidad viable.
A lo largo de los dos días, las miradas se fueron tornando más puras, los corazones estaban más alegres, y llegamos a ser, a través de una práctica compartida un único corazón social, donde cada uno de nuestros pequeños corazones perdía las fronteras y era un campo unificado vehiculando una conciencia de amor bondadoso, de amor compasivo, hacia una red de seres visibles e invisibles, que aún no se nos ha sido revelada a cabalidad, pero que sabemos, porque los maestros lo dicen y nuestro corazón lo intuye, palpita al unísono que el nuestro en un anhelo de plenitud y de felicidad.
El Dharma, enseñanza tradicional y los nuevos lenguajes tejieron una vivencia que forma hoy parte de la respuesta que busco a este koan existencial en el que me muevo desde hace años: amor a las formas tradicionales que vehiculan de forma sistemática y bendecidas por el influjo espiritual correspondiente un camino con sus fases, con sus señales, sus métodos, su sabiduría, sus cuerpos de virtudes que se esculpen cada día y el intento de una indagación sincera y objetiva en el fenómeno de la emergencia de nuevas formas para abordar el sufrimiento humano que casan planteamientos tradicionales con los nuevos lenguajes científicos en los que las personas contemporáneas se mueven.
La insistencia por grandes líderes religiosos en secularizar las prácticas religiosas, como nos contaba Dokusho Villalba en la entrevista que también le realizamos, no deja de inquerirme en busca del discernimiento entre los que dicen que existe la necesidad de equiparar conceptos budistas u de otras tradiciones con la ciencia occidental para poder adaptarse a las capacidades de las nuevas audiencias y los que dicen del gran peligro que eso conlleva, por el reduccionismo de caer en el paradigma mecanicista, fisicalista, cientifista y reducir los elementos intangibles de la iluminación a parámetros medibles, cuantificables, recordando, además, lo que decía David Bohm, de que la medición es una ciencia menor, y no es sino un aspecto secundario y dependiente que no puede explicar el Misterio.
Ariadna Tv es quizá ese intento de buscar respuestas a este koan, a las múltiples preguntas que surgen de su magma incandescente en busca de la verdad. ¿Por qué, si la cuántica viene a decir lo mismo que el camino de madyamika, una desemboca en el altruismo y la compasión y la ciencia genera cada vez más tecnocientifismo, sociedades del artefacto que se alejan de la realidad sencilla de nuestra organicidad? ¿El porqué este maridaje se está dando? ¿Para soberbiamente denostar, desde el dogma cientifista, los “infantiles dogmas religiosos” la sabiduría de los grandes sabios y santos o para traducir a parte de la humanidad sufriente contemporánea, sumergida en un laicismo, muchas veces infértil espiritualmente hablando, las pistas del camino de regreso a casa?
Cuando uno se acerca dejando a lado sus premisas, puede experimentar nuevas respuestas. Ver presencialmente a Thupten Jinpa y a Gonzalo Brito en el abrazo final, venidos cada uno de generaciones, de latitudes, culturas, tradiciones, disciplinas académicas tan distintas, de la mano. Verles como dos hermanos, humilde el primero, el senior de cabello plateado, que ha estado entre la flor y nata del mundo contemporáneo de la mano del Dalai Lama, su querido maestro, y humilde el segundo en la frescura y naturalidad del hombre joven que está escalando la montaña de su propio florecimiento es ver una respuesta en imagen y presencia.
Verles juntos, sin distancias, me hizo ver en un momento de luz, a la semillas del Dharma camufladas entre prácticas seculares volando por el éter del encuentro. Semillas de compasión surgiendo de sus palabras, de sus prácticas adaptadas, con la sencilla naturalidad de un corazón que sabe que hay que dar de comer al hambriento, y que la forma tradicional, sagrada para muchos, no puede ser un obstáculo para que la esencia del budismo, que es ayudar a los seres a dejar de sufrir no pueda llegar como gotas, de un océano insondable, a refrescar los ojos heridos de muchos occidentales. Quien quiera además de gotas, para que no se evaporen en la tierra yerma de una ausencia de práctica reglada o formal, puede sumergirse en el océano de los sabios y santos, de los Bodisattvas. A veces se trata de empezar, sentir la gota para anhelar al océano.
Muchos están heridos, sí, con su propia forma religiosa, heridos de una cultura que desmonta lo sagrado, y con ello hace desaparecer los símbolos propios que recordaban el camino a casa. Hostiles, también, algunos, a cualquier expresión religiosa y sosteniendo que debe ser superado por espiritualidades transreligiosas e ignorando, como decía Raimon Panikkar, que las religiones son expresiones de la religiosidad, y la religiosidad no es una fase de la evolución de la conciencia sino una dimensión antropológica profunda de la espiritualidad humana, presente siempre en todo ser humano y que se actualiza cuando su experiencia espiritual alcanza cierta plenitud y madurez. Como dice José Antonio Vázquez Mosquera, otro de nuestros entrevistados: “La religiosidad es una dimensión presente en todo ser humano, al margen de que pertenezca a una institución religiosa o no, que se actualiza cuando su experiencia espiritual se expresa como un encuentro con el Misterio, es decir como una experiencia espiritual relacional o nodual. Por eso, se sea consciente o no, en todo experiencia espiritual profunda nodual, en toda mística (incluida la mística laica sana), hay una dimensión religiosa, aunque no haya una pertenencia a una religión concreta, esa es la dimensión de la religiosidad.”
Así que heridos, sí, es cierto, en este aspecto y otros, allí estábamos muchos laicos, médicos, psicólogos, terapeutas, científicos, personas que como Quirón buscan ayudar, con una intención buena -que es por la que se nos juzga, dicen los sufíes- en sus propios entornos, familiares, amicales, profesionales con prácticas milenarias, qué más que pertenecer a una tradición, que también, y es donde alcanzan su máximo potencial de realización, son la herencia universal de un Corazón Humano que palpita en cada uno de nosotros, y que palpita fuerte en estos tiempos por parir un nuevo mundo, que solo podrá nacer del cultivo del amor en todas sus formas, compasión, caridad, bondad, humanidad compartida.
Y esto último es lo que secularmente y vivencialmente vivimos casi todos los que nos dejamos llevar por este abrazo, maridaje de ciencia contemplativa, de Dharma, y el lenguaje, el científico, en el que muchos occidentales pueden volver a conectar con camino que lleva hacia el Cielo. Ambas, ambos, Jinpa y Gonzalo, juntos señalaban el amor como viático. No hay más cielo que ese y los caminos de Dios son inescrutables.
Beatriz Calvo Villoria
Directora de Ariadna Tv, un proyecto de Ecología del alma